Él es un muchacho sencillo, del promedio,
sueña en mundos de esos de arriba, de muy lejos,
ignorando la condena de una rutina,
que pretende que actúe como el resto
Sin embargo, disfruta de unos minutos al día,
en dejarse atender por una señorita,
que trata bien a los clientes nuevos,
tras la vitrina de ese establecimiento abierto
Ilusionado, vive su amor de fantasía,
soñando que derrota su miedo,
declarándole su amor a la salida,
y ella correspondiendo a su afecto
Se imagina esas cosas de las que uno no debe imaginarse,
no advierte que el amor es un delicado contraste,
donde uno nunca da todo en el primer instante,
pero igual él amará, pase lo que pase
Pero un día, como alguna vez sucede,
donde todo se acaba con un de repente,
detrás de la vitrina ya no hay nada,
no hay sueños ni esos mundos,
se le fue su dama encantada
Ahora se aferra a esos mundos,
no tiene motivos para regresar al nuestro,
una mirada perdida que se suma a lo incierto,
mientras sus familiares lo refugian,
en aquel psiquiátrico del centro
Se consuela recordando las mañanas,
que pretendían inútilmente igualarla,
y vive por lo único cierto que ha encontrado,
una canción triste cantada con alegría,
con recuerdos que golpearán el día a día,
para no olvidarla nunca, mientras viva
fin